En una calurosa tarde en Ciudad Neza, Estado de México, sucedió un evento que, aunque parezca inverosímil, nos demuestra que en el universo de lo insólito, cualquier cosa puede suceder. Fue allí, en esa tierra de asfalto y colores vibrantes, que un extraterrestre llamado Zrak, insectoide por naturaleza, protagonizó una historia que puso patas arriba a todos los vecinos.

La nave espacial de Zrak, proveniente de un rincón remoto de la galaxia, se quedó sin combustible y aterrizó de emergencia sobre una modesta casa. El impacto dejó a los habitantes de la ciudad sin aliento, y no solo por el susto: la nave se estrelló justo en el jardín de una familia que se dedicaba a vender micheladas de cerveza con gomitas, esas que llamaban cariñosamente “gomichelas”.

Con un caparazón algo abollado pero ileso, Zrak salió de la nave. Al ver a la familia, comprendió que necesitaba un lugar donde quedarse, y ellos, sorprendidos por su inusual aspecto, le ofrecieron refugio. No pasó mucho tiempo antes de que Zrak se ganara el corazón de todos con su simpatía y sus intentos torpes por entender las costumbres terrestres.

Zrak se sintió particularmente atraído por las gomichelas y, un día, en un arrebato de antojos espaciales, se las ingenió para escapar con una caja llena de estas delicias, el automóvil familiar y su inseparable compañero, un perrito llamado “Calcetín”. Su destino: la lejana playa de Acapulco.

Sin embargo, el camino a la playa se tornó una odisea cósmica. Zrak y su peculiar comitiva se perdieron en el caos del tráfico en la Ciudad de México, hicieron desvíos desconcertantes por carreteras secundarias, y “Calcetín” demostró ser un copiloto de pata suelta. Al final, no llegaron a Acapulco, pero su aventura no terminó allí.

Mientras recorrían los caminos polvorientos de México, una nave nodriza, posiblemente intrigada por el olor de las gomichelas, descendió del firmamento y rescató a Zrak. Sus compañeros de lejanas galaxias lo encontraron y lo llevaron de vuelta a su hogar estelar, donde descubrió su verdadera vocación.

Ahora, Zrak se dedica a crear gomichelas espaciales, con sabores que desafían los sentidos y colores que dejan sin palabras a cualquier terrícola. Se convirtió en el emperador de las gomichelas en su planeta, y su historia, aunque pintoresca, sirve como un recordatorio de que, en este vasto universo, lo inimaginable está al alcance de la mano, o mejor dicho, de las antenas de un insecto-alienígena.